¿Tapabocas o máscara?

La última vez que anduve desnuda en público fue hace algún tiempo en las playas de Boca del Saco en el Parque Nacional Tayrona. Esta semana, sin embargo, sentí una sensación muy parecida cuando después de casi dos años, salí a la calle sin tapabocas, luego de que el gobierno levantara esa restricción.

 

Fue algo raro. Ya me había acostumbrado e incluso lo había convertido en un elemento de moda. Apenas puse un pie en la acera, tuve la intención de devolverme, además, porque afuera, todo el mundo lo seguía usando. Me arriesgué, sin embargo, aunque me sentí muy observada. Incluso un par de viejitas me hicieron mirada de suegra asesina. Seguí caminando.

 

El tapabocas me acompañó durante dos años y prácticamente lo convertí en un elemento de moda

 

La pandemia había cambiando muchas cosas. El saludo, por ejemplo se vio limitado por la distancia social. Ya no hubo ni estrechones de manos, ni abrazos, besos menos. Yo, que siempre he sido cariñosa, nunca terminé de acostumbrarme. Incluso, desarrollé cierta habilidad de habla con los ojos porque lo que antes decía con una mueca o con una sonrisa, me tocaba expresarlo con una mirada. Con mi pareja de ese entonces, sólo esperábamos llegar a casa para llenarnos de besitos.

A la larga, lo del tapabocas es lo de menos. Lo verdaderamente importante son las máscaras, con las que andamos cada día. Todos, adoptamos poses de algo que no somos, decimos cosas que no son, fingimos los orgasmos, disimulamos los amores, tapamos las traiciones, callamos lo que sentimos, ocultamos las razones, reservamos las palabras, porque no queremos ser lo que en verdad somos.

 

El problema no son los tapabocas. Son las máscaras

 

Por eso, yo prefiero el tapabocas a la máscara, porque soy imprudente, boquisuelta, malhablada, aturdida, distraída y un poquito atolondrada. Me enseñaron desde siempre a decir lo que pienso, pero con el paso de los años, supe que en este mundo de locos, todos tenemos algo de razón y por eso he aprendido a respetar lo que piensan los demás, aunque me cueste trabajo.

En fin, de a poquitos volveremos a eso que llamábamos normalidad. Yo por lo pronto estoy pensando en volver a visitar las playas del Tayrona.

 

Ecléctica y bizarra. Codirectora y bloguera

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