Todavía está oscuro. Hace un poco de frío. Se oye un pito lejano. Me levanto a hacer café, igual que siempre.Me gusta el olor ahora que lo revuelvo con clavos y canela.Me siento en la sala y veo el sol nacer. Igual que siempre.
Mi ventana no es tan grande, pero de alguna manera tiene su encanto.Pienso que el año pasado viví en cuatro sitios distintos, lo que de alguna manera habla de todo lo que pasaba por mi vida. En uno fui, en otro conocí a un ser maravilloso, en otro construí una ilusión y en otro me refugié. En este, ni siquiera he terminado de desempacar. Debe ser que estoy de paso. En algún momento caí en espiral y logré tocar el fondo. Sentí que era el final. Y no, no porque la mierda muchas veces sirve de abono. Nada es permanente. Ni siquiera la alegría. Ni siquiera la tristeza.
Estoy oyendo A house is not a home de Luther Vandross… un hogar no es una casa cuando no hay nadie que te abrace fuerte. Mi melancolía de a pocos se ha ido yendo, ha tomado sus caminos, lo que no quiere decir que algunas veces no me hunda en mis miserias, porque como dice el poeta mexicano Efraín Huerta, todos los lunes, descubro, que llegué muy tarde a mi fin de semana.
Ya no hay costras en mi alma, tan solo cicatrices que hoy bendigo y agradezco. Y es que, a la larga, todos somos una suma de poquitos, una inmensa red de cicatrices que vamos entretejiendo en medio de las dudas y caídas porque a veces no importa el tamaño del roto sino la calidad de los remiendos.
Y es que el problema no es romperse sino en saber recoger los pedacitos para pegarse, para recomponerse, para volverse a hacer, porque nada como la risa de un triste que se alegra, de un rompido que se cose.Hay una frase de Ángela Botero que me encanta: “Adoro encontrar gente como yo: ebria de sueños voladores”. Y yo, un borracho.
Nadie me debe nada.Ya pedí perdón y he perdonado. Cada vez que me levanto a hacer mi café con clavos y canela pienso que hoy es el día en que ocurrirá la magia. Mejor dicho, el milagro. Tengo mi corazón dispuesto a caminar hacia adelante, a que fluya con la vida, a intentar de nuevo todo, a ser de nuevo vulnerable, a creer una vez más, a amar entregando sin medida, sin el miedo de sufrir, sin pensar que esta vez no pasará, porque puede que el amor no sea siempre la solución, pero siempre es la respuesta y porque el mundo es redondo y tal vez en alguna esquina estaremos destinados a encontrarnos para convertir en un hogar cualquier casa que habitemos y donde nunca haya que irse.
Me tomo el último sorbo de café con clavos y canela y caen las primeras gotas de lluvia en esta ciudad de clima bipolar…