Los viernes en la tarde suele atacarme un dejo de nostalgia y de melancolía. Es como una puta que siempre cobra al final de la semana. No sé si es frío o solo ausencia,pero siempre termino escribiendo de las cosas que me pasan. O las que no me pasan y que quisiera que pasaran.Cosas que mueven mi mundo o lo paralizan por completo, que me empujan o me hunden. Cosas simples convertidas en tormenta. Hoy es uno de estos viernes lluviosos y arrugados. Y pienso. Y escribo, porque escribir es otra forma de llorar y llorar otra manera de sanar. Escribo porque las palabras son el único lugar donde no me siento un extranjero.
Y es que a veces el amor no empieza con nombres ni certezas, sino con una sensación leve, como quien escucha un eco antes de conocer la voz que lo provoca.Hay personas destinadas a encontrarse y a tocarse, a sacarse chispas y extiguirse, porque hay amores eternos que duran muy poquito.
Hay historias que brotan desde la distancia y otras que se encienden en el roce de una presencia compartida. Y es en esa frontera silenciosa, donde lo que imaginamos se cruza con lo que vivimos, que surge la diferencia más íntima entre mirar el amor desde afuera o sentirlo nacer en medio de dos latidos.
Y es que algo va de enamorarse de alguien que enamorarse con alguien. Ontologicamente,el sujeto (yo) se enamora de un objeto (el otro). Hay una dirección unilateral del afecto.De aquí para allá sin que exista un viceversa. Es un acto del yo solitario, una sed bebiendo su propio espejismo. Cuando es con alguien todo se transforma, todo es diferente, una experiencia compartida que nos da la posibilidad de abrir una ventana y respirar un aire diferente. El uno es posesión, colonización del otro convertido en territorio.El otro creación a cuatro manos. El uno es miseria visceral, hambre que nunca se sacia y el otro abundancia compartida, banquete donde cada bocado multiplica el apetito. El uno suele ser una desgracia y el otro una droga efímera y letal. Enamorarse de alguien es como contemplar una luz ajena a la distancia. Es la carencia esperando a ser llenada.Enamorarse con alguien implica caminar bajo la misma claridad, compartir el temblor y el descubrimiento, sentir que el amor no llega desde afuera sino que brota en medio de dos presencias que se reconocen,se aceptan, se acompañan y se transforman mutuamente.Es el exceso en permanente evolución, el milagro de dos soledades que se encuentran.
Afuera sigue lloviendo y yo sigo aquí, escribiendo en este viernes que se parece a todos los viernes y a ninguno. Y quizás mañana, cuando pase esta tarde arrugada, cuando se seque la lluvia y se vaya la nostalgia —o al menos se esconda un rato—, tal vez entonces pueda levantarme y caminar hacia adelante.
En este viernes gris, me consuelo con un vino, escuchando a Fito Páez y pienso que soy un tipo afortunado porque tal vez he recibido más amor del que supe regresar.Gracias…