Esta es la historia de uno de nosotros. Nació en otra época, una en donde no existían sino las cosas fundamentales, las básicas, pero, las más importantes. Joaquín se llamaba, pero con cariño le decían «Sinsin». Al nacer, su padre dijo:» …será una gran persona, un buen ser humano». Quienes lo conocimos, con el tiempo comprobamos que su padre tenía razón.
¿Quieren saber por qué?
«Sinsin» creció en un hogar conformado por sus padres y seis maravillosos hermanos de los cuales tres eran mujeres y tres hombres. Era el tercero de los siete y por coincidencia nació el tercer día del tercer mes de un año terminado en 33. Para colmo del destino vio por primera vez la luz a las 3:33 de la madrugada de un día miércoles (el tercero de la semana).
Nació en otra época, una en donde no existían sino las cosas fundamentales, las básicas, pero, las más importantes.
Después de estas curiosas pero ciertas coincidencias de la vida, a la edad de 3 añitos, sus padres, al igual que a sus 2 hermanos mayores, lo matricularon en el que sería su primer contacto con el conocimiento…..el jardín de las hermanitas Gutierrez. Allí vivió sus primeros años de estudio, rodeado de Joaquín no hables con la boca llena…Joaquín saluda a tus profesoras…Joaquín comparte con tus amiguitos…Joaquín tienes que ser respetuoso….Joaquín no llores por todo….Joaquín esto, Joaquín aquello.
A los 6 años sus padres lo llevaron, como a sus 2 hermanos mayores a estudiar al colegio, al colegio de grandes. Los años del jardín de las hermanas Gutiérrez pasarían a la historia. En su nuevo hogar, creció entre recreos, juegos de bolas de cristal o piquis, vueltas a Colombia sobre el asfalto con tapas de gaseosa, carros de balineras, patines y de cuando en vez un picadito de fútbol en la cancha cuando los grandes lo permitían.
En las tardes al regresar del colegio de grandes, sus deberes llamaban su atención. Era el goce y el deleite por aprender. Le apasionaban las tareas de geografía y como si fuera un gran navegante, disfrutaba el hacer y colorear mapas de la antigua Grecia y Europa. Ni hablar de las clases de historia universal; devoraba los relatos sobre las guerras de los romanos, los fenicios y los persas. Conoció a través de esos relatos, las guerras mundiales, la geografía universal; sabía dónde era Italia, Japón, Berlín e inclusive Hiroshima y Nagasaki sin jamás haberse movido de su amada Bogotá.
En casa las buenas costumbres eran lo indicado. Los siete, papá y mamá se sentaban juntos a la hora de comer. Buena comida, claro con una mama chef, que les inculcó siempre el respeto por los alimentos y el buen comer; las increíbles historias de un padre creativo y con un gran sentido del humor. Las aventuras de todos y cada uno de los siete, eran el mejor aperitivo o postre a la hora del almuerzo. «Sinsin» no hables con la boca llena…..»Sinsin» coge bien los cubiertos….»Sinsin»respeta la palabra….»Sinsin» hazle caso a tu hermano Mayor!!!
En las vacaciones lo ideal era salir a jugar a la calle; vivía en un barrio muy bonito y seguro . Se jugaba en la vía, el picadito de fútbol, lanzamiento del trompo, a las escondidas (y más apasionante si era con niñas) a policías y ladrones, quemados (de nuevo mejor, si era con ellas), con los carros de miniatura se recorría el mundo por el borde del andén y en las areneras se construían, cuál ingenieros infantes, verdaderas autopistas con túneles y todo.Montar en bicicleta, en patines o en carros de balineras, apostando carreras y haciendo piruetas le permitían ganarse el cariño y la admiración de las niñas, la de trenzas, la de pecas, la más bonita.En las noches leer las fábulas, las aventuras de Julio Verne, o los cómics de Batman, Superman, Linterna verde, Acuaman, le permitían admirar a esos legendarios, pero ya extintos súper ídolos.
Al regreso, en el colegio de grandes, aprendía el respeto por los mayores, por las personas, por las mujeres, por los otros, los distintos a él. Amor por la patria, por su bello himno, por las raíces,por el arte y por la cultura. Aprendió a amar y apreciar la música colombiana, el Pueblito Viejo y Los Guaduales. La honestidad, la tolerancia, el respeto, la sinceridad, la amistad, el compañerismo y la lealtad fueron tan solo algunos de los valores con los que creció y se educó.
En lo esencial, en lo cotidiano, en las cosas simples y sencillas, está el disfrute de la vida.
Pasaron los años, los días y las horas. ¿Qué pasó con Joaquín o mejor «Sinsin»? Hasta donde supimos, los que lo conocimos, formó un hogar, se casó con la de las trenzas, las de las pecas…la más bonita. Tuvieron 26 maravillosos hijos, ummmmm todos hombres, que crecieron rodeados del cariño, el amor y el respeto; a quienes inculcaron los valores fundamentales de la vida. Esos valores que nos enseñan, como a él, a ser buenos seres humanos. Porque no nos digamos mentiras mis queridos alumnos, en lo esencial, en lo cotidiano, en las cosas simples y sencillas, está el disfrute de la vida.
Disfruten a sus padres, sean los mejores amigos de sus hermanos o hermanas, respeten y comprendan a sus compañeros de pupitre, no se contaminen de lo que la tv o un play station les muestren; lean, escuchen la buena música , si la colombiana que es nuestra; compartan, comprendan y toleren al que es diferente. Sigan jugando quemados, a las escondidas(cuando vengan las del Femenino), lancen el trompo, chinos, vuelvan a lo esencial.
Con cariño y admiración,
Sinsin
Esta carta la escribió hace algún tiempo el profesor Gabriel Liévano a sus alumnos del Gimnasio Moderno