Voyeur

Cada día me siento un poco menos neurotípico. Es decir, cada día más, mi cerebro funciona menos como la sociedad lo espera. En realidad, no sé si eso sea bueno o sea malo, pero me pasa de un tiempo para acá.Suelo ser tranquilo y relajado y en general intento no meterme en la vida de los demás porque no me gusta, ni acepto, que los otros se metan en la mía.

 

El caso es que desde pequeño he sido un niño observador. Tal vez fue mi soledad. O mi timidez. O mi retraimiento. O la velocidad de mi cerebro. O todas. Soy negado para los números y por eso creo retratos, hago cuadros, imagino figuras. Todo bulle en mi cabeza. Las conexiones. Los enlaces. Los lazos. Las uniones. Los detalles. Todo, y la única manera que encuentro de darle cierta lógica a mi cabeza, es pensar en imágenes. Si viviera en las cavernas, seguramente cavilaría en representaciones pictóricas.

 

Cada día más, mi cerebro funciona menos como la sociedad lo espera

 

En el fondo, tengo un impulso voyeur, no en el sentido sexual de la palabra, ni siquiera en el afectivo, sino porque necesito saciar mi espíritu curioso. El voyeur suele observar la situación desde lejos, mirando por una cerradura, por un resquicio, o utilizando un espejo, una cámara, un telescopio. Yo, observo, escaneo, reparo, distingo, advierto, capto, detallo. Y lo sé. Lo acepto. Lo admito. Desde afuera se ve como una forma bonita de decir que soy mirón y sé que a mis cercanos no les gusta.

La palabra voyeur proviene del francés y en español se traduce como “el que ve”. Está estrechamente relacionado con el acto de mirar, implica la contemplación de otras personas consiguiendo una excitación a través de ello. Y no. No me pasa. No me excita. Lo que sí sucede es que en pocos segundos puedo construir una imagen, una escena, un drama, una pintura, porque además de observar, escucho. Y uno. Tejo. Trenzo.

Así creo mis mundos porque donde unos ven la luna, yo veo un poema, donde algunos ven un balón yo veo un niño que corre, donde algunos ven una gota de sudor, yo veo un orgasmo, donde algunos ven un carro en doble fila, yo veo un hijueputa, donde algunos ven un fantoche, yo veo un miedo. Y así.

Por eso defiendo mi derecho a observar, a fundar mis propios cielos, mi jardín y mis infiernos, mis caminos destapados o mis caseríos incendiados, porque en el fondo, no soy más que un niño solitario, un ermitaño que pide a domicilio o tan solo un tipo al que el cerebro le funciona diferente a como la sociedad lo espera…

 

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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