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Zohran Mamdani tiene 34 años, nació en Uganda, rapea bajo el nombre de Young Cardamom y acaba de ganarle la alcaldía de Nueva York a todo el establishment político de Estados Unidos, incluido Donald Trump, que lo llamó «lunático comunista» y se tiró al piso a apoyar a Andrew Cuomo —sí, ese Andrew Cuomo— con tal de frenarlo. No funcionó.

La noche del 4 de noviembre, mientras Mamdani daba su discurso de victoria citando a Eugene Debs y a Jawaharlal Nehru, algo muy raro estaba pasando en la política estadounidense. Un tipo que se declara abiertamente «socialista democrático», que quiere congelar los alquileres de un millón de apartamentos y abrir tiendas de comestibles públicas, acababa de arrasar en la ciudad más capitalista del planeta. Con el 50.4% de los votos. En una elección donde votaron más personas que en cualquier otra desde 1969.

La historia oficial dice que Mamdani es hijo del privilegio: su mamá es Mira Nair, la cineasta que ganó el León de Oro en Venecia; su papá es un académico de Columbia que escribe sobre colonialismo. Sus enemigos lo llamaron «bebé del nepotismo» durante toda la campaña, tratando de pintarlo como un niño rico jugando a la revolución.

Pero Mamdani les volteó la jugada. No huyó de su biografía; la recontextualizó. No habló de sus padres famosos. Habló de llegar a Nueva York a los siete años, de crecer en Queens, de no conseguir la ciudadanía hasta 2018. «Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes, construida por inmigrantes e impulsada por inmigrantes», dijo en su discurso de victoria. «Y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante».

Antes de meterse a la política, Mamdani trabajaba ayudando a gente de bajos ingresos en Queens a no perder sus casas por ejecuciones hipotecarias. Pasaba sus días lidiando con bancos, viendo cómo familias enteras quedaban en la calle porque algún ejecutivo en Manhattan decidió que las ganancias eran más importantes. Fue ahí, dice él, donde entendió que la crisis de vivienda no era un accidente del mercado sino una decisión política deliberada.

En 2020 saltó a la Asamblea Estatal. En 2024 anunció que iba por la alcaldía. Casi nadie lo conocía fuera de su distrito en Queens. Para junio de 2025, en las primarias demócratas, les había ganado a Andrew Cuomo, al Contralor de la ciudad, a la Presidenta del Consejo Municipal. A todo el que se le atravesó.

Las ideas de Mamdani no son tibias. No son «progresistas con asterisco». Son socialismo urbano sin complejos:

Congelar los alquileres de un millón de apartamentos. Crear tiendas públicas de comestibles manejadas por la ciudad en los barrios donde las cadenas privadas no quieren entrar. Hacer los autobuses gratis. Cuidado infantil universal. Y, la más controversial: un Departamento de Seguridad Comunitaria con presupuesto de $1,100 millones de dólares que mandaría trabajadores sociales y profesionales de salud mental a las llamadas del 911 en lugar de policías armados.

Esto último le costó caro. En 2020, durante las protestas de George Floyd, Mamdani había dicho que el NYPD era una «agencia deshonesta» y «racista». Lo machacaron con eso. Así que tuvo que hacer un giro: se disculpó públicamente, prometió mantener la plantilla policial en 35,000 oficiales y hasta se comprometió a dejar en su puesto a la actual Comisionada de Policía.

Suena como una claudicación total. Pero es más astuto de lo que parece. Mamdani abandonó el eslogan tóxico («defund the police») pero no abandonó el objetivo. Su Departamento de Seguridad Comunitaria es, en la práctica, desfinanciar a la policía sin decirlo así. Crea una estructura civil paralela que le quita funciones al NYPD pero sin tocar su presupuesto nominal. Es la misma reforma, empacada de forma que los votantes centristas puedan tragarla.

¿Cómo va a pagar todo esto? Con un impuesto corporativo aumentado al 11.5% y un recargo del 2% a cualquier residente que gane más de un millón de dólares al año. Nada sutil. Nada escondido.

Andrew Cuomo pensó que podía volver. Después de perder las primarias demócratas, se lanzó como independiente con su propio partido («Fight and Deliver») y se posicionó como el candidato centrista, el adulto en la sala, el que iba a salvar a Nueva York del «socialismo».

Entonces Trump lo arruinó todo. El presidente republicano, en un movimiento desconcertante, respaldó al demócrata caído en desgracia. Lo hizo para frenar a Mamdani, al que llamó «un desastre esperando a suceder».

Fue el beso de la muerte. La única manera en que Cuomo podía ganar era atrayendo a demócratas moderados y republicanos anti-Trump. En el momento en que Trump lo abrazó públicamente, esa coalición se hizo cenizas. Los liberales no iban a votar por el candidato del «neofascista», como Mamdani empezó a llamar a Trump en sus mítines.

Mamdani convirtió la elección en un referéndum: «esperanza sobre tiranía». Y ganó.

Mamdani obtuvo 1,036,051 votos. Eso es casi lo mismo que votó toda la ciudad en 2021. La participación aumentó un 84%. Más de 2 millones de personas fueron a votar en una elección de alcalde. Eso no pasa. Pero pasó.

¿Quiénes votaron por él? Los asiáticos le dieron el 59%. Los negros el 48%. Los hispanos el 45%. Los blancos… bueno, ahí perdió: Cuomo se llevó el 45% de los blancos contra el 37% de Mamdani. Pero en una ciudad donde las minorías son mayoría, no importó.

Geográficamente armó una coalición rarísima: liberales ricos en Brownstone Brooklyn más barrios de clase trabajadora e inmigrantes en Queens, el Bronx y partes de Brooklyn. ¿Qué tienen en común un abogado progresista que paga $4,000 de alquiler en Park Slope y un yemení que tiene una bodega en el sur del Bronx? Que ambos están ahogados por el costo de vida.

Mamdani entendió algo que Bernie Sanders nunca logró: que el socialismo en Estados Unidos no puede ser solo sobre clase. Tiene que fusionar la lucha económica con la justicia racial. Sanders era un socialista para blancos de clase trabajadora. Mamdani es un socialista para la Nueva York multirracial. Por eso ganó donde Sanders perdió.

Después de la elección, políticos republicanos y trolls de internet lanzaron una campaña masiva de mentiras. Que Mamdani iba a imponer la sharia. Que tenía vínculos con el terrorismo y el 11-S (tenía nueve años cuando pasó). Elon Musk tuiteó que la elección fue un «fraude» porque el nombre de Mamdani aparecía dos veces en la boleta (aparecía dos veces porque dos partidos lo respaldaban: Demócratas y Familias Trabajadoras, algo completamente normal en Nueva York).

Durante veinte años, desde el 11 de septiembre, ese manual de islamofobia funcionó en la política estadounidense. Esta vez no. El electorado neoyorquino votó por sus intereses materiales —alquileres más baratos, comida más barata, autobuses gratis— y no por miedos identitarios fabricados.

Mamdani asume el 1 de enero de 2026. Y ahí empieza el verdadero experimento.

Los Socialistas Democráticos de América han elegido legisladores antes —Alexandria Ocasio-Cortez es la más famosa—, pero nunca habían controlado un poder ejecutivo de esta magnitud. Mamdani ahora maneja el presupuesto, la policía y las agencias de la ciudad más grande y rica de Estados Unidos. Wall Street está en su ciudad. El sector inmobiliario que él quiere regular es el más poderoso del país.

Si logra implementar su agenda —si realmente congela los alquileres, si realmente abre tiendas públicas de comestibles, si realmente crea ese Departamento de Seguridad Comunitaria sin que lo destruyan los sindicatos policiales— le dará a la izquierda estadounidense un modelo funcional de socialismo urbano. Si fracasa, si capitula ante las presiones del capital como hizo Alexis Tsipras en Grecia, la izquierda estadounidense no se recuperará en una generación.

Por ahora, lo único seguro es esto: un rapero ugandés de 34 años que trabajó ayudando a gente a no perder sus casas acaba de convertirse en el alcalde musulmán, surasiático, nacido en África, más joven en 133 años de la ciudad de Nueva York. Y lo hizo diciéndole a todo el mundo, sin rodeos, que es socialista.

Eso solo ya es histórico. Lo que haga después definirá si fue un simbolismo hermoso o el inicio de algo mucho más grande.

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