Hay voces que se cuelan en el tiempo, que se enredan en los pliegues de la memoria como el aroma de un café recién colado en una tarde de lluvia. Una de esas voces llegó desde Ibagué, allá por los años 50, cuando un hombre llamado Héctor Rivera Garzón, un soñador tolimense con el corazón
Voy de tumbo en tumbo es este inmenso laberinto. La vida es un pasillo lleno de puertas. Puertas negras, puertas blancas, puertas de colores. Puertas. Unas que se abren, otras que se cierran, algunas entreabiertas. Sin heno ecológico. Mi voz no se escucha. Tal vez se oye. No pasa nada. No entiendo. Parece que no[…..]