Andropausia sin dramas

Una mañana cualquiera —que pudo haber sido martes, pero él no lo recuerda— Alberto se despertó sintiéndose distinto. Ni peor ni mejor. Distinto. Se miró al espejo y ahí estaba: el mismo hombre de siempre, solo que con menos cejas, más ojeras y un humor de perros que ni el café lograba domar. El bigote,[…..]