El pragmatismo es sin duda la palabra de moda en esta posmodernidad que nos mata y nos agobia y se resume en el hecho simple de no comprometernos con nada, de vivir el día a día, de disfrutar solamente los momentos instantáneos, de llegar a las orillas sin necesidad de quedarse hasta mañana.
Como es apenas natural, las relaciones humanas de hoy, no se escapan a esa ola que toca todo lo que hacemos. Vivimos la trágica comedia de los idilios de temporada, los noviazgos momentáneos, las relaciones desechables. Y eso que suena tan cool, tan provocativo, tan excitante, tan apasionante, termina siendo la bacteria que nos consume cada día porque a pesar que nos sintamos libres, que creamos viajar livianos y sin peso, la verdad es que lo que hacemos es llenar de piedras las alforjas.
Los amores de hoy están parados por la sociedad que nos tocó vivir. Líquidos, inestables y escasos
Nuestras relaciones de pareja se han convertido en mercancía, que se usa y se desecha como cuando los niños consentidos se aburren de un juguete y lo botan a patadas o simplemente lo tiran a un rincón. Sin embargo y aunque esté de moda, aunque todo el mundo lo haga, aunque sea un juego de personas hechas y derechas, no deja de ser, por lo menos irritante, olvidar por un instante que las personas sienten, quieren, sufren, aman, sueñan, en fin que son seres humanos y no objetos de ocasión. No se trata por supuesto de aferrarse a lo que no es, de creer en lo que no, de amarrarse a quien no es, sino por lo menos de asumir que las personas no son catálogos de ventas multinivel, que uno escoge por capricho, usa y luego bota cuando el aburrimiento toca a nuestra puerta, ni que las relaciones son caprichos pasajeros de probar y luego irse, sino que son construcciones en pareja donde están involucrados mucho más que el sexo y la alegría
Creo firmemente en el amor y por eso decir te amo, no debería ser un eslogan o una frase que se diga sin la ropa puesta, sino la expresión de un hecho real, palpable y tal vez una promesa de un mañana aunque no necesariamente de una vida. Decir un te amo sin sentirlo o por lo menos sin tener la claridad de que algo está pasando, puede ser muy práctico, muy actual, pero sin duda un hecho sin sentido, para quien lo dice y para quien lo escucha y lo procesa.