Soy argentina. He vivido dictaduras, corralitos, represión, crisis y también muchas alegrías. Hace mucho tiempo me vine a vivir a Colombia detrás de un amor que resultó trágico. El caso es que me quedé y aunque no voy a decir que me siento más colombiana que cualquiera, sí he aprendido a querer a este país.
Eso no quita, que a veces resulte fatigante vivir por estos lares. No hay día que no pase algo, que no surja un nuevo escándalo, que los políticos hagan de las suyas, que los ladrones y malandros actúen con sevicia y sin castigo, que los que nos gobiernan dejen ver a cada rato- y sin pudor- su absoluta incompetencia, cuando no su mala fe y que los demás hagan- hagamos- oídos sordos como si la cosa no fuera con nosotros.
Soy argentina. He vivido dictaduras, corralitos, represión, crisis y también muchas alegrías.
Muchos dirán que como soy una extranjera no tengo derecho de opinar o que lo mejor que puedo hacer es devolverme a Buenos Aires en una posición francamente chauvinista. Si eso solucionara en parte algo, no dudaría en hacerlo, pero la cruda realidad es que el mierdero seguiría.
No hay que ser muy inteligente para saber y para entender que ni los colombianos, ni los que aquí vivimos, no nos merecemos lo que a diario soportamos. Ni la ineptitud ni la torpeza, ni la corrupción ni el ladroneo, ni la violencia ni la muerte, ni la estupidez , ni las gansadas, ni la sandez ni el desatino.
Aprendí a querer a este país, pero rato no lo soporto. Es como esas parejas con las que se disfruta el sexo y los problemas, pero a veces se torna inaguantable y fastidioso.