Hoy, la situación es muy compleja. Hemos llegado hasta acá, producto de malos gobiernos, políticos ladrones, pensadores mediocres y personas del común, anodinas e indolentes.
Hoy, lo que se está jugando no es poco, porque el dilema está entre la falta absoluta de poder que vivimos o el poder absoluto que se cierne como una amenaza cierta, es decir, entre la democracia con todos sus defectos o una dictadura con todos sus horrores.
La infoxicación nos aplasta. Recibimos tal cantidad de información, que resulta indispensable separar la verdura de la carne. Opinar, opinamos todos, pero tal vez el problema surge de la construcción de esos juicios a partir de la moral y no desde la ética, desde la especulación y no desde los saberes, de lo que creo y me gusta y no desde lo que sé.
Surge entonces el dilema de dónde buscar eso que llaman la verdad: ¿en las redes? ¿en los medios?, ¿en las fuentes oficiales?¿en las calles? ¿en los grupos de whastapp? ¿en los memes?¿en los hashtag?¿en los comentarios de las tías? Como una cruel paradoja, Colombia es un país de locos donde todos tenemos un poco de razón.
El esfuerzo debería ser enorme, porque tal vez al cruzar esas múltiples versiones, al escuchar varias voces, todas válidas y posibles- aunque tal vez no todas masticables- podríamos tener los elementos necesarios para construir esa opinión alejada de los sesgos, los clichés y sobre todo, de los lugares comunes. Así, el saber, poco y nada tendría que ver con el oficio sino con la sabiduría. Opinar sin escuchar (ver) es de alguna manera otra forma de violencia, que termina indefectiblemente en especulación a la cual todos tenemos derecho, pero el problema reside en que al esparcirla, siempre habrá un incauto que la crea.
En los medios y en las redes, se miente con descaro, se inventa con sevicia, se embauca con frescura y se repica sin criterio o peor aún se repite sin medida, lo que nos lleva a estar en medio del mar embravecido con una barca agujereada y con dos palitos de paleta como remo.
Por eso, solamente nos queda separar con un mínimo criterio, la escoria de la alhaja, la mierda de las flores, pensar antes de hablar, callar para no decir lo que no sabemos ni nos consta, dejar de lado nuestros odios viscerales para tratar de construir un país que se nos deshace entre las manos.