La lluvia

Hace una semana me desperté de madrugada. La lluvia golpeaba mi ventana. Inmediatamente pensé que mi plan de salir a caminar en la mañana, se había dañado. Me volteé, volví a arroparme e intenté dormir de nuevo.

 

Sin embargo, en estos tiempos reflexivos que me corren – que bendigo y agradezco- logré pensar en que me estaba amargando por una lluvia futura, que ni siquiera sabía si estaría y que, además, estaba dejando de ver el techo y la cobija, el abrigo y el calorcito de una cama a mi tamaño.

Y puede ser la edad- hoy que cumplo años- o tal vez la alegría de sentirme renacido, pero caí en cuenta que a la larga ese ha sido el espejo de mi vida: amargarme por las cosas que no tengo o sufrir por las cosas que tal vez puedan venir y dejar de disfrutar las pequeñas maravillas que poseo:

Juanis y Manu, mis hijas, mis motivos y mi orgullo de primero y para siempre,  mi  relación tempestuosa, a veces anárquica, feliz y viva con Dai, la mujer que amo y a la que espero porque creo en los milagros, mi familia aun con todos los defectos que le encuentro día a día, que no son más que los míos propios, mis hermanas Monacha y Clara, Eduardo, mi hermano del alma, mis amigos de la infancia que se quedaron para siempre en mi recuerdo y que a veces extrañan mis silencios, el cura bueno que me enseñó una regla de vida que olvido a cada rato, la necesidad de hablar bien de todos, pensar bien de todos y hacer el bien a todos, el fútbol, la risa, mis amigos, veinte años de matrimonio bueno y feliz de muchas formas con una separación cariñosa y respetuosa incluida, mis trabajos, mis libros, mis errores que agradezco de algún modo, mi prosperidad y mi escasez, mis lágrimas y risas, mi pasión y mis perezas y Dios- el mío no el de las iglesias- que se ha convertido en el centro de mi vida.

Toda lluvia es temporal. Y también los soles

En este proceso de quererme- que no es fácil porque suelo ser difícil, más no imposible- empecé por aceptarme como soy: Malhablado, gruñón, ciclotímico, callado, llorón, burlón, un tris cabrón, nulo para el inglés, negado para el baile, con una letra horrible y también, por supuesto, cosas buenas  que  guardo para mí.

He pedido perdón y he perdonado, me he dado palo y me he absuelto y hoy tengo la tranquilidad de mirarme en el espejo y no asustarme. Me he ido cuando siento que no soy feliz y me he devuelto cuando creo que vale la pena, he soltado y me he aferrado. No soy víctima, ni victimario, tal vez contradictorio. Tengo la vida que tengo y la cara que me merezco, lo que no quiere decir que esté conforme. Creo saber quien soy pero sobre todo, quien no. A mi edad, he perdido la vanidad de dar consejos y mucho menos ser ejemplo para algo o para alguien, pero mi oficio es escribir y el que quiera leer, lo leerá para separar la verdura de la carne.

No soy víctima, ni victimario, tal vez contradictorio

Las mariposas siempre nacen de la oruga que se muere y a veces, las malas noticias terminan siendo las mejores. Hoy me siento empujado a vivir la vida al límite, sin requerir tanto permiso, amando sin mínimos, sin pedir limosnas ni aceptar migajas, dando todo con humildad tranquila pero con determinación furiosa, día a día, sin guardar ningún afecto, dimensionando en forma exacta las personas y las cosas, porque como dice Joaquín Sabina, contra todo pronóstico aprendí a caer de pie, contra todo pronóstico por la boca muere el pez que asegura que soy mi peor enemigo. Que aquí me pillo, aquí me mato, que me llevo conmigo como el perro y el gato”.

Afuera llueve mucho, pero a veces los infiernos van por dentro. Y también los soles…

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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