Llegó Falcao a Estambul. Ahí, en el aeropuerto Ataturk, lo esperaba una muchedumbre bulliciosa, como si ya hubiese salido campeón de la liga turca o hubiese ganado una copa europea.
¿Por qué lo recibieron así? ¿Qué hay detrás de ese fervor de los turcos, y del cual ya nos han hablado los arqueros Óscar Córdoba y Faryd Mondragón?
Nos tenemos que devolver en el tiempo. Recordar el Imperio Otomano, su largo trasegar por la historia. Aproximadamente del año 1300 hasta 1918 cuando se hundió al término de la Primera Guerra Mundial.
La pasión turca por Falcao tiene raíces profundas en la cultura de ese país
Tantos años, tanto esplendor, guerras, dificultades, intrigas, sultanes, espléndidos palacios. Todo aquello perdido en la gran confrontación. La oscuridad. Ese ir sin rumbo. Pero emerge la figura de Musfatá Kemal Ataturk, creador del país turco. Hombre de reformas. Padre de un país. Cambio de mentalidad. De lo islámico a lo europeo. De lo religioso a lo laico. Mayor libertad para las mujeres. Una sociedad más abierta. Líder presente en Estambul, en toda Turquía.
Pero, cuenta el Nobel de Literatura de 2006, Orhan Pamuk, que al habitante de Estambul lo rodea un aire de nostalgia. Ese haber sido un imperio y ser consciente de sus años luminosos y de su caída inevitable, como cuando uno ha vivido en una mansión y de pronto arrecian malos tiempos y se hace inevitable cómo aquella espléndida construcción se deshace en pedazos y se vuelve decrépita y triste.
El turco fija su mirada nostálgica en el Bósforo, y allí, hundido en sus cavilaciones, lo sorprende la estentórea voz de un petrolero que se aleja con lentitud hacia aguas desconocidas.
Caerá la noche. El Bósforo esconde su faz y el turco enfermo de fútbol tendrá puesta la mente en su Galatasaray del alma. En el sultán de sultanes del fútbol turco. En el único equipo que ha ganado dos títulos europeos, por allá en el 2000. Una Copa Uefa frente al Arsenal. Vibrante final, que solo se definió en los penales. Y luego, la Supercopa frente al poderoso Real Madrid. Galatasaray es el equipo que más ha ganado campeonatos en su territorio.
Falcao será idolo, porque los turcos necesitan una figura que los guíe
Es Galatasaray para sus hinchas el imaginario del imperio perdido. El fútbol hace esa clase de milagros. De ahí el fervor de sus hinchas. Falcao, recibido en el aeropuerto Ataturk, que tiene el nombre de su líder transformador y a quien siguen con profunda devoción.
En el fútbol, los goleadores semejan a los sultanes y a los grandes líderes. Galatasaray ha llegado a la ardua lucha de la Champions y Falcao ha llegado como anillo al dedo. Falcao, líder, goleador, digno de esta estirpe futbolística. En él depositan los hinchas sus esperanzas. Para las batallas futbolísticas de Europa y de la propia Turquía, los seguidores brindan aliento a Falcao y esperan de él que los conduzca con éxito a territorios desconocidos.
El turco es pasional. El gran Pamuk, en su novela ‘El museo de la inocencia’, nos deja ver cuán apasionados son, cómo se entregan. En esa trama de más de 600 páginas, el protagonista ama hasta dejarlo todo. Pierde en su apuesta, pero en medio de la nostalgia y de la tristeza, le construye un museo a su amada y sabrá que ella estará ahí hasta el fin de sus días.
Así siente el turco, nos cuenta Pamuk, y yo le creo. Por razones como estas, a Falcao le han dado esta bienvenida.
Gabriel Romero Campos
Editor General Red+
@gallonocturno