Parte de la historia de Colombia, es la historia de su empleo y por eso ese es un tema que siempre está en el centro de la discusión. Aunque no son pocas las reivindicaciones que han obtenido los trabajadores a lo largo de los años, no es menos cierto que los gobiernos de todos los matices y todos los colores, generalmente han estado de la mano del empresariado, con la teoría que no se puede ahogar el sector productivo con cargas laborales que los conduzcan a cerrar plazas de empleo, en un círculo vicioso en el cual todos creen tener la razón. Y pueden tenerla.
Lo cierto es que la tradición de tener una mano de obra barata la heredamos de los españoles, que esclavizaron a los indígenas americanos. Luego, en el siglo 17, se complementó con la población negra traída en los barcos de esclavos africanos. Luego en 1851, la esclavitud fue abolida oficialmente en Colombia por el presidente de ese entonces José Hilario López y desde ese entonces, la figura del asalariado tomó forma. Las clase sociales más marcadas en ese momento eran los terratenientes, los comerciantes, los artesanos, los trabajadores, los esclavos negros y los indígenas. En 1913, se empezaron a dar las primeras formas de sindicalismo, que luego cobraron fuerza en 1935 cuando surgió la CST, Confederación Sindical de Trabajadores.
Los colombianos tenemos una tradición de mano de obra barata, heredada de los españoles
Como sea, la vieja pelea entre los que pagan poco y exigen mucho ( aunque también hay de los que trabajan poco y pretenden bastante) parece ser una historia de nunca acabar.
La polémica volvió a cobrar fuerza en estos días con la propuesta de la saliente ministra de Trabajo, Alicia Arango de establecer la contratación por horas, algo que a la larga no es ninguna novedad porque en las universidades colombianas es una práctica que data de hace muchos años, con el docente hora-cátedra, o en los restaurantes con el turno partido. De hecho, el mismo Duque ha dicho que “hay quienes hoy trabajan por horas, porque el trabajo por horas existe en Colombia aún quienes hoy lo tienen, pero lo tienen de manera informal. Lo que hay que buscar es que esas personas también se puedan insertar formalmente al mercado laboral y puedan también empezar a tener un horizonte de protección para la vejez”.
Acá pagamos poco y exigimos mucho, pero también hay quien trabaja poco y pide bastante
Sin ser un experto economista, lo que está detrás de propuestas de este tipo, es el interés de este gobierno de poner un dique a la bomba pensional que está por explotar, algo que han intentado todos los gobiernos. Fracasado el modelo chileno de fondos de pensiones, del cual nos copiamos y con una gran carga económica asumida por el Estado para sufragar el sistema de pensiones oficial, los distintos presidentes han buscado fórmulas que les permitan navegar durante su tiempo de mandato, pero sin hallar una solución estructural. Lo único cierto, es que en cualquiera de las salidas que se suelen proponer, el que termina llevando del bulto es el trabajador.
Pagar por horas, es una fórmula que les gusta a los empresarios, aunque poco discuten el elevar ese valor, o el asumir cargas que les corresponden en materia de seguridad social, bonificación por productividad y menos, el pagar inmediatamente y no a 90 o 120 días como muchas veces pasa con la modalidad de prestación de servicios. Conociendo el sistema, es fácil suponer que a la persona que contraten por tres horas o por cuatro, intentarán “clavarle” el trabajo que debe realizar en ocho, le dirán que hay que ponerse la camiseta, le hablarán del sentido de pertenencia, que si no es el será otro, que hay que agradecerle a Dios que tiene trabajo y que si no le gusta que se joda.
Que algo hay que hacer, es una obviedad, pero muy al estilo de este gobierno no hay propuesta concreta sino un globo exploratorio para medir la tendencia y actuar en consecuencia. Si gusta y no hace mucho ruido, alinearán a sus aliados para tramitar la ley en el Congreso, para lo que sobran ministerios e institutos que entregar Si no gusta y la cosa se complica, se inventarán otra cosa y así hasta que acabe este mandato. Sin embargo, el tema no puede seguirse esquivando con babitas para curar esa gangrena. Como será de complicado, que los partidos tradicionalmente voraces con los puestos, no quieren recibir el Ministerio de Trabajo, hoy vacante.
Por horas, por días o por meses, lo único cierto es que el trabajo, consagrado como un derecho y una obligación social en el artículo 25 de la Constitución,escasea y el desempleo continua su galope hacia las nubes.