Cambiar el mundo

Hoy, por alguna razón extraña, me acordé de Bari, el perro samoyedo de los Turriago. Le tenía pavor. Me paralizaba. Solía huir por la acera de enfrente – yo, no Bari-. Un poco la vida. Paralizarme por el miedo y huir por la acera de enfrente.   Algo va del culillo al miedo. El primero