Penélope

En la noche tejo el olvido y de madrugada lo destejo para resistir los demonios de la ausencia. Y así todos los días, como la Penélope de Ulises.

 

No termino por saber si estoy roto o descosido, pero de a pocos me doy cuenta que no hay opción distinta a recoger los pedacitos, ordenar el caos, calmar un poco la anarquía y mirar hacia adelante. No reniego de lo que fui o lo que pasó porque todo  fue bueno en su momento, pero es claro que vivir en el pasado es condenarse a los fracasos.

El ayer es  una oruga que se ha convertido en mariposa, que destroza todo lo que soy, arrasa mi presente, alborota mis neuronas, despierta mis órgasmos, surte el lagrimal que se atropella a borbotones, se deja  tocar  y acariciar  como ese cuerpo que se parece a los miedos que me habitan.

No termino por saber si estoy roto o descosido, pero de a pocos me doy cuenta que no hay opción distinta a recoger los pedacitos

Hoy lo agradezco y lo bendigo. Las personas  que un día me crucé, las cosas que pasaron, los amores que alegraron mi existencia,  que me enseñaron y se fueron, pero que se quedaron para siempre en mi memoria. Mis amigos y los otros, mis viejos, mi familia- que no es lo mismo que mis parientes- mis triunfos y derrotas, mi humildad y mi egoísmo, mi soberbia disfrazada con harapos, mis risas y mis llantos.

He cargado con mis culpas, con mis miedos, mis pecados, mis turbaciones y esa bobería que algunos llaman éxito, que no pasa de ser un almacén.  En los trasteos he empacado de primero los recuerdos por físico culillo a que el presente no me guste, que yo no tenga los cojones suficientes para afrontar lo que me pasa, que el miedo me consuma y paralice y que el espejo me muestre la vergüenza de mirar a un ser apabullado, ebrio de hoy y sin un mañana que lo mueva, porque la nada, nada agita.

Agradezco mi pasado, al niño que fui, las personas que pasaron por mi vida, las que se fueron pero dejaron una huella para siempre.

Hoy que es un miércoles lluvioso por la tarde  guardo mi pasado en cajas que limpio y atesoro,sabiendo que me trajo de la mano a mi presente, al fantasma que habita en mis espejos. No lo suelto como dicen las divas de Instagram.  Lo ordenó y lo amo,lo lloro sabiendo que  nunca volverá o sí, tal vez en forma de recuerdo. No lo habito y por eso me despido.

Le pido a  mis ayeres  que por última vez se suban en mis piernas  y se  dejen empotrar, porque mis pasados son los todos que pasaron y me dejaron cicatrices,  los que también  dejaron huella y me hicieron el hombre que soy hoy, con mis luces y mis sombras,  con mis miedos y deseos, con mis  mis sueños  de un mañana  que no existe. A donde voy me llevo, a donde voy te llevo, porque siempre estás en mí, pero abro  la mano para que cada cosa ocupe  su lugar, porque los pasados se van cuando se sanan. Y la abro también, para recibir lo que vendrá.

Déjame aprenderte, déjame saberte, déjame soltarte y déjame agarrarte,déjame entender que todo al fin valió la pena…

 

 

 

 

 

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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