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Las constelaciones familiares

Imagina un cielo nocturno, con estrellas que susurran secretos antiguos, unidas por hilos invisibles que solo el corazón percibe. Ahora piensa que no son astros, sino tu historia, tu familia, tus raíces. Eso son las constelaciones familiares, un método que, como un atardecer, invita a contemplar, sentir y sanar.

Las constelaciones familiares son un método terapéutico creado por el alemán Bert Hellinger, un señor que, con una mezcla de filosofía, psicología y un toque místico, se dio cuenta de que los problemas que cargamos —esos que nos hacen tropezar en la vida— no siempre son solo nuestros. A veces, son ecos de historias no resueltas en nuestra familia, como si el árbol genealógico tuviera nudos que hay que desatar.

La cosa va así: en una sesión, que puede ser grupal o individual, se representa tu sistema familiar. Imagina un escenario donde personas (o en sesiones individuales, objetos como muñecos o papeles) hacen las veces de tus abuelos, padres, hermanos o incluso eventos traumáticos del pasado. No es teatro, no es magia, pero se siente como si el universo abriera una ventana para que veas lo que está desordenado en tu linaje. El facilitador, que es como el guía de este viaje, observa y ayuda a que las energías fluyan, buscando que el amor —sí, el amor— encuentre su lugar.

No necesitas saber toda la historia de tu familia. A veces, ni siquiera hace falta que hagas preguntas. El método trabaja con lo que Hellinger llamó el campo morfogenético, una especie de memoria colectiva donde está guardada la info de tu sistema familiar. Suena medio esotérico, ¿verdad? Pero piénsalo como un Spotify cósmico que tiene la playlist de tu árbol genealógico, con todas sus canciones tristes, alegres y las que nadie quiso cantar.

En la práctica, el facilitador te pide que elijas a alguien (o algo) para representar a los miembros de tu familia. Luego, los colocas en el espacio según lo que sientes. Esas personas empiezan a sentir cosas —emociones, dolores, incluso frases— que no tienen explicación lógica, pero que resuenan con la historia familiar. Es como si el pasado cobrará vida.

El objetivo es restablecer el orden del amor, un concepto de Hellinger que dice que cada miembro de la familia debe ocupar su lugar: los padres dan, los hijos reciben; los que vinieron antes tienen prioridad. Cuando alguien está fuera de lugar (por ejemplo, un hijo que carga el dolor de un abuelo o un excluido que nadie menciona), el sistema se tambalea. Las constelaciones buscan que todos sean reconocidos, que los dolores se suelten y que el amor fluya de nuevo.

Las constelaciones, van al grano, al meollo de lo que duele, aunque no sepas que duele. Es como cuando el sol se mete en el horizonte y de pronto, sientes esa paz que no explicas. Este método toca temas universales: el abandono, la pérdida, los secretos familiares, las lealtades invisibles. ¿Quién no ha sentido alguna vez que carga algo que no le pertenece? Las constelaciones te ayudan a dejar ese peso donde debe estar.

Y no, no es para todos. Hay quienes dicen que es puro placebo, que no hay evidencia científica sólida. Y está bien, cada quien su camino. Pero los que han vivido una sesión suelen salir con los ojos brillosos, como si hubieran abrazado a alguien que no veían hace años. Es una experiencia que no se explica con la cabeza, sino con el corazón.

Las constelaciones familiares son, en esencia, una invitación a mirar hacia atrás con amor, a honrar a los que vinieron antes y a liberarte de lo que no te toca cargar. Son un recordatorio de que no estás solo, de que tu historia es parte de un tejido más grande, como las estrellas que forman figuras en el cielo. Y, como en todo buen atardecer, el chiste no es solo mirar, sino sentir. Sentir que, aunque el camino sea complicado, hay una luz que siempre encuentra la manera de brillar.

 

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