En el verano de 1996, el planeta entero se movía al compás de un ritmo que parecía hermano de la mismísima alegría del cosmos. «Dale a tu cuerpo alegría, Macarena», cantaban a coro abuelas, niños, políticos y desconocidos en discotecas desde Tokio hasta Nueva York. La canción de Los del Río, ese dúo sevillano de Antonio Romero Monge y Rafael Ruiz Perdigones, no era solo un tema pegajoso: era un fenómeno que rompió las leyes de la lógica, un milagro que, según ellos mismos, fue obra de la Virgen de la Macarena. Pero, ¿cómo una melodía acostumbrada en una fiesta venezolana se convirtió en el himno global de los 90? Abróchense los cinturones, que esta historia tiene más giros que los pasos del baile que todos intentamos (y seguimos intentando) dominar.
Un chispazo en Venezuela
Corría 1992, y Los del Río estaban de gira por Latinoamérica, llevando su rumba flamenca a cada rincón. En una fiesta en Venezuela, una bailarina llamada Diana Patricia Cubillán subió al escenario y desató su magia con un flamenco improvisado que dejó a Antonio Romero con la boca abierta. «¡Esa mujer es un incendio!», pensó. En apenas cinco minutos, mientras el eco de sus tacos resonaba en su cabeza, Antonio escribió la letra de Macarena . Al principio, quería llamarla Magdalena , pero le sonó a «desayuno» (sí, en serio). Así que optó por Macarena , en honor a su hija Esperanza Macarena y, claro, a la Virgen sevillana que más tarde ellos jurarían como la artífice de este milagro. La canción hablaba de una mujer libre, que baila como si el mundo fuera suyo y que, sin mucho drama, le da un giro a su novio Vitorino con dos amigos. Escandaloso para algunos, liberador para otros.
Grabada en 1993 para el álbum A mí me gusta , Macarena no era aún el monstruo que conocemos. Fue un hit local, sí, pero nada comparado con lo que vendría. Ese primer empujón llegó con un remix de Fangoria y Big Toxic, que le dio un giro electrónico y la coronó como la canción del verano en España. Pero el verdadero boom ocurrió en 1996, cuando el Bayside Boys Remix irrumpió con su ritmo infeccioso y un baile que, de alguna manera, todo el mundo aprendió sin manual.
Números que marean
Si los números fueran pasos de baile, Macarena sería una coreografía interminable. Más de 100 millones de copias vendidas en el mundo, 4 millones solo en Estados Unidos. La canción se plantó en el número 1 del Billboard Hot 100 durante 14 semanas consecutivas, un récord que dejó en el polvo a Elvis, The Beatles y Michael Jackson. Es, hasta hoy, la canción latina más grande en la historia de Billboard. Los del Río, con su aire de tíos buena onda, acumularon más de 60 millones de euros, y eso sin contar las más de 4.700 versiones que han surgido, desde parodias hasta covers en japonés.
El baile, ese misterio divino que los propios Los del Río atribuyen a «un regalo de Dios» (o quizás a un animador caribeño con mucha imaginación), se volvió un idioma universal. En 2011, Reino Unido se llevó el Récord Guinness con 2.219 personas bailando Macarena al unísono, dejando a España con el orgullo herido pero la cabeza en alto.
De Clinton a la Super Bowl
Macarena no solo conquistó las pistas de baile, sino también los escenarios más improbables. En 1996, Bill Clinton y Al Gore, con más entusiasmo que ritmo, dejaron ver moviendo las caderas en eventos de campaña. La imagen de dos políticos gringos intentando seguir el paso es, sin duda, un tesoro de la cultura pop. Y qué decir de la Super Bowl, donde Los del Río hicieron temblar el estadio con una actuación que puso a millones de televidentes a girar los brazos como si no hubiera mañana. Hasta Rocío Jurado, la mismísima reina de la copla, le dio su bendición al dúo: «¡Pollito, esto es un bombazo!».
La musa original, Diana Patricia Cubillán, nunca se despegó del todo de esta historia. Su baile en aquella fiesta venezolana no solo inspiró la canción, sino que marcó su vida. En entrevistas, ha contado cómo Macarena la convirtió en una figura de culto, una especie de heroína anónima de los 90.
El milagro que no envejece
Macarena no es solo una canción; es un portal a la alegría pura, una época donde el mundo parecía más sencillo y bastaba con mover los brazos para sentirse parte de algo grande. Es la prueba de que la música no necesita pasaportes ni traducciones para unir a la gente. Desde bodas en México hasta karaokes en Australia, su ritmo sigue siendo una invitación a soltar las penas y darle al cuerpo un poco de alegría. Como diría Antonio Romero, «esto es un milagro». Y quiénes somos nosotros para contradecirlo. Así que, venga, dale a tu cuerpo alegría, Macarena