Miro por el ojo mágico de mi puerta. Me gana la curiosidad. Es mi vecino que entra. No sé cómo se llama. No me importa. Ahora sólo veo una pared, una cerradura y un tapete lleno de polvo.
Por mi ventana entra el sol. La gente pasa. Alcanzo a ver el final de la calle. Por esa esquina espero que llegues algún día. El mundo es redondo y tal vez en alguna vuelta, logremos tropezar. Me aburro. Salgo a caminar. Hace sol. No te hice caso. Se me olvidó aplicarme crema bloqueadora.
Respiro el aire. Siento el smog. Los carros pitan. Veo un gato en la ventana. Pasa una pareja de ancianos tomados de la mano. En el parque están cortando el pasto. Huele. Escucho “No valgo pa ciudad” de Paul Alone. Compro una paleta de naranja al viejo paletero que empuja su carrito. Un vendedor grita “mazamorra paisa, paisa”. La peluquera de la esquina pide dos. Pienso que la vida es eso. Abrir la mirada, saltar del ojo mágico al viejo ventanal y franquear luego a la calle, que es donde siempre pasa todo. Ayer fue el día mundial de la filosofía. Debe ser eso. Debe ser también lo que me pasa, porque todo sigilo tiene su estruendo. Ahora suena Adrián Berra. Canta” Un beso en la nariz”.
El mundo es redondo y tal vez en alguna vuelta, tropecemos
Ayer leí algo de Albert Camus: “¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el contenido de ese “no”? Significa, por ejemplo, “las cosas han durado demasiado”, “hasta ahora, sí; en adelante, no”, “vas demasiado lejos”, y también “hay un límite que no pasarán”. En suma, ese “no” afirma la existencia de una frontera”. Y sí. Entre más miro hacia afuera, más me entiendo adentro. Y viceversa. ¿Sociópata? ¿Realista? ¿Resignado? ¿Todas juntas?
No es que lo que le pasé a los demás poco me importe o que Gaza o Ucrania no me duelan o que la Guajira no me empute o que la política me tenga sin cuidado. Me importa y mucho, me duele y harto, me emputa y bastante, pero me mama la retórica, me aburren los discursos y no soporto las arengas. Palabrería alambicada. Labia destilada. Aparte de sonar interesante, de escribir panfletos y consignas, de posar como un libertario de café, nada puedo hacer. Entendí que no puedo cambiar el mundo de los otros y por eso decidí cambiar el mío. Alguito del estoicismo.La acción sin mérito que llaman los budistas. Hacer lo que me toca sin esperar nada a cambio.
Debe ser la edad. O la filosofía. Tal vez el mundo está jodido, pero prefiero cambiar el rinconcito que me toca, recoger el papelito, saludar a los cajeros, sonreír a los vecinos – empezando por el mío que diez líneas más arriba ni siquiera me importaba- reconocer errores grandes y pequeños, hablar bien de los demás (yo, una lengua viperina), pagar lo que me toca, orar por los que amo, callar lo que no sé, escuchar con atención, llorar sin ningún remordimiento. En fin. Perder los miedos, ahorrar esfuerzos, medir distancias, tomar medidas, callar los odios y sanar viejos dolores.
Termino mi paleta y no encuentro una caneca. Ahora escucho a Marta Gómez cantando “De adentro pa afuera”. Soy un tipo caminando con un palito entre las manos buscando un cesto de basura…