Todo árbol genealógico comienza con un beso y por eso las relaciones humanas son el encuentro de dos distintos, dos seres con miradas diferentes, pasados incomparables, con deseos, miedos y sueños propios.
En condiciones normales, dos personas toman la decisión libre y espontánea de estar juntos, por gusto, por amor o por deseo. No es un negocio ni un contrato ( que puede aparecer como consecuencia de la unión) y por lo tanto se hace como se deshace.
Una relación de pareja dura tanto como las dos personas involucradas, lo quieran. No es obligatoria, ni necesaria ni inapelable. Ni siquiera existe la imposición de que sea para siempre, aunque tampoco es ( no debería ser) algo desechable que me quito y que me pongo, según mi conveniencia o mis caprichos.
Las relaciones humanas son el encuentro de dos distintos, dos seres con miradas diferentes
Como se trata de dos distintos, se impone la necesidad de llegar a acuerdos que permitan la sana convivencia, el crecimiento del amor y la satisfacción de los que están involucrados. Se trata también de dos personas en plena igualdad, lo que implica un sano equilibrio que les permita ser. Por eso no hay fórmulas ni recetas y lo que le sirva a una pareja no necesariamente le sirve a otra. Tampoco está en los libros, ni en las guías de Youtube. Existen sí, una líneas rojas, obvias, de sentido común: No hacer nada que no me gustaría que me hicieran, que los compromisos a los que se lleguen operen para ambos, no suponer ni actuar sobre imaginarios, cero tolerancia a las mentiras, a las medias verdades o al ocultamiento, al maltrato, a los gritos o a la ofensa, no dar ni recibir boronas ni migajas, dar las gracias, pedir perdón y en caso extremo, saberse ir a tiempo.
Los seres humanos somos cambiantes por lo que la construcción de esos acuerdos es una tarea diaria, que no admite cansancios ni pereza. Difícil, sí. Necesario, también.