La cosa es más sencilla de lo que parece. Se trata de saber que eres tú todos los días, cada día, por lo que eres y no por lo que yo quiero que seas. Por tus virtudes, por supuesto, pero también con tus defectos, que no son más que puntos de vista diferentes a los míos.
Escogerme cada día , escogerme por quién soy y por quién quiero ser, escogerme con mi equipaje que será pesado o será liviano, pero es el único que tengo y al cual no puedo renunciar porque hace parte de lo que ves todos los días.
Se trata de saber que eres tú todos los días, cada día, por lo que eres y no por lo que yo quiero que seas.
No puedo, no quiero complicarlo pidiéndote cambiar. No quiero hacerlo muy difícil haciendo cosas que no me representan, siendo alguien diferente al que soy. Lo que hay, es lo que hay.
El amor atardescente es mucho más tranquilo. Es elegirte cada día por encima de todo, excepto por encima de mí mismo, porque tal vez un día no pueda valerme por mí mismo y quiero que seas tú la que me cuides, pero también es posible que seas tú a la que le cueste trabajo caminar o recordar algunas cosas y quiero tener el amor suficiente para cuidarte cada día.
El amor atardescente ama las boronas pero odia las migajas, porque una cosa son los restos de un pan que uno se ha comido y otra, los mendrugos de un pan duro que se regala en forma de limosna. Tal vez se trata tan solo de un amor en igualdad y en equilibrio donde se aprende a dar pero también a recibir para volver a dar y así en un círculo infinito.
El amor atardescente ama las boronas pero odia las migajas
Y no importa lo diferente que seamos, tú tan de sushi y yo tan de sudadito de pollo o tú tan de crema exfoliante y yo tan de nariz achicharrada por el sol. Por el contrario, es a partir de reconocernos como distintos, que construimos la magia del deseo, porque para iguales tenemos suficiente con lo que vemos al espejo cada día.
Y es que para el amor atardescente no existen los dolores de cabeza, si acaso los lumbagos, que se olvidan prontamente cuando empezamos a explorarnos, porque lo que perdemos en elasticidad lo ganamos en sabiduría.
El amor atardescente es un amor tranquilo, lo que no quiere decir que no esté lleno de aventuras, como aquella diaria de saberte cada día, todos los días, muriendo de noche y resucitando cada madrugada.
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“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes