Mi conmigo

Este es el recuerdo de un recuerdo. Como en “El otro” de Borges. Soñé que estaba soñando y me veía a mí mismo cuarenta años atrás. Un poco más:

 

Todo está extrañamente oscuro. Raro, porque por alguna hendija de mi ventana siempre se cuela un rayo de luz.  Hay ruidos. Siento angustia. Me paro a ver. Como en la vida, si no soy yo quien se ocupe de mis miedos, ¿quién? No es valor. Es soledad.

Al frente de una vieja máquina de teclas y rodillo, estoy yo mismo escribiendo todas las urgencias de ese entonces. No tengo ganas de hablar con mi conmigo. Hemos cambiado. ¿O no? En todo este tiempo me distraje de la vida. Al lado, la cama está revuelta. Una pequeña biblioteca hecha con tablas viejas, se sostiene a duras penas. En una vieja grabadora suena algo de la nueva trova. Cien años de Soledad está en la mesa de noche. En el escritorio, el “Inventario” de Benedetti a medio abrir. No sé cómo llegaron a mis (sus) manos, porque plata para comprarlos no tenía. Tal vez los pedí prestados y nunca los devolví. Robin Book.

 

Soñe que estaba soñando y me veía a mí mismo cuarenta años atrás. Como en el cuento de Borges

 

Tengo la misma mirada de angustia que hoy me veo. ¿Qué será de mí? ¿Qué estudiar? ¿Me casaré algún día? ¿Tendré hijos? ¿Tendré éxito? ¿Cambiaré el mundo? piensa mi yo de ayer. Me alivia pensar que el sueño no es al revés porque tendría que darle las respuestas. Me casé dos veces, tengo dos hijas maravillosas, el éxito es un almacén y el mundo está peor.

De lejos lo veo y divago si apostaría algo por un tipo con acné juvenil, que solamente piensa en fútbol, en que lo quiera Juanita Gaitán y en ser el Che Guevara colombiano. Cuarenta años después, ni el Che, ni Juanita Gaitán, ni el fútbol. Mi conmigo llora de ansiedad. Nada tiene sentido. Se siente solo. Perdido. La vida entera por delante.

Sueño que me despierto. Suena un despertador que no tengo. Lloro de ansiedad. Nada tiene sentido. Me siento mareado. Perdido. La vida que me queda por delante. El perro del vecino ladra. Siento frío. Escalofrío. La puerta está cerrada. Vivo solo y no sé por qué duermo con la puerta cerrada.

Son las cinco de la mañana. Estoy cansado. No me quiero levantar. No recuerdo nada de lo que soñé. Por alguna razón extraña pienso en mi epitafio. Mi vida es ese guion que separa el año de mi nacimiento del año de mi muerte.

Anoche tuve un sueño. Me desperté y no.

 

 

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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