Ya no estamos en edad de…

Esta fue una semana de mierda: mi hija se enfermó, me jodieron en la eps con una cita al cardiólogo que llevo esperando hace meses, la mujer que amo se volvió invisible, no dormí bien, pero al final tuve una revelación: no soy víctima. Me pasan cosas, como le pasan cosas a todos.

 

Me senté a pensar y entender que siempre he tenido las respuestas o por lo menos las preguntas, lo cual ya es un camino y a la larga, las cosas seguirán pasando así no las quiera, así no me gusten, así no me las haya buscado. Lo que pasa, de pronto, es que a esta edad uno poco cambia y cuando cambia, empeora.

Luego de golpes y caídas, volteretas y acrobacias he venido llegado a la conclusión que lo único que quiero es no joder a nadie, servir a quien pueda, vivir en paz- o por lo menos tranquilo – hacer lo que pueda con lo que tenga y pagar su precio. Buscar nuevos sufrimientos si se quiere. Shooganai, dicen los japoneses, que significa, aceptar lo inevitable y dejar que fluya.

 

“Sólo los locos y los solitarios pueden permitirse el lujo de ser ellos mismos. Los solitarios no necesitan complacer a nadie y a los locos no les importa ser comprendidos”.

Charles Bukowski

 

Uno siempre cree que se va a morir de viejo, pero nuestra existencia es tan finita, tan limitada, tan reducida, tan poca, que amargarla por cosas tan banales, tan fútiles y tan tontas no tiene sentido.

Ya no estamos en edad de aguantar los gritos y maltratos,  de adaptarse al molde de los  “ siempre se ha hecho así”,  de guardarse los afectos, de ser vencido por los miedos y el culillo, de rogar por que lo quieran,  de creer en curas y profetas, en políticos ladrones, lo que suena a redundancia o de  guardar los polvos para la semana entrante porque como decía García Márquez, “los polvos vienen contados y los polvos que no se echan se pierden para siempre”.

Ya no estamos en edad de esperar el cambio de los otros, porque tal vez los otros no están edad de cambiar porque uno quiera. Tampoco de dejar de opinar, de decir, de actuar, de sentir algo que no queramos, algo en lo que no creamos. Y no es que nada nos importe. Todo lo contrario, todo nos importa en sus justas proporciones.

 

“No conozco la clave del éxito, pero se que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”

 Woody Allen

Hay que reír, hay que bailar, hay que jugar, hay que leer, hay que cantar, hay que amar, porque tal vez mañana se acabarán nuestros motivos. Luchar por los que uno quiere, pero entender que a veces hay que abrir la mano para dejar ir, porque el amor no se mendiga.  Pedir perdón y perdonar, buscar lo que deseamos porque no es que los sueños sean muy grandes, sino que la vida es muy cortica. Fácil, no es, porque eso implica despojarse de los miedos y las dudas, pero, sobre todo, de los egos y soberbias.

Tampoco tenemos edad para devolvernos en el tiempo, de hacer lo que no hicimos porque todo tiene su hora y su lugar y de hacerlo, lo único que nos queda es hacer el ridículo, que también está bien, si eso nos gusta.

En fin, ya no estamos en edad  para pensar que mañana lo haremos, porque tal vez ese mañana nunca lo veremos y no habrá quien nos ataje en el camino hacia el abismo…

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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