El cielo o el abismo

Toda mi vida intenté ir a lo seguro, lo que no me evitó ni los fracasos, ni tampoco el aburrimiento. Hoy pienso que sin riesgo no hay historia.

Buscar controlar lo que pasaba fue el camino más rápido para decepcionarme, para buscar culpables donde nunca hubo, para fastidiar (me) y amargar(me) la existencia, para joder a quién no lo merecía.

No tengo claro cuando todo comenzó, porque los recuerdos se me pierden en cualquier esquina de mi frágil memoria. Ya ni siquiera sé si fue en la plaza de toros o en el viejo coliseo El Campín.El caso es que era “El circo de los muchachos” algo así como el Circo del Sol de la época. Magia, calambures, caballeros de bombín gastado, volantines y acrobacias, pero el espectáculo central era el trapecio. No sé cuántos años tenía, pero eran pocos y desde ese entonces me llenó de miedo y de angustia el pensar que en un descache caerían en la pista de arena donde los elefantes orinaban. Pero siempre estaba la red que los salvaba. Con destreza caían en ella y algunas veces volvían a engancharse del trapecio.

 

Sin riesgo no hay historia…

 

Yo creo que ahí nació mi tara, porque a partir de ese momento, muy pocas cosas hice que no sobre pensara, que no le diera vueltas, que no dudara, no porque fuera una persona metódica y sistemática- que no- o porque planeara mucho y midiera los riesgos y peligros- que tampoco- sino por físico culillo, de será que sí, será que no, de inventar películas y actos que nunca ocurrirían. preferí evitar los riesgos y  en ese ir y venir perdí oportunidades, cosas y sobre todo, perdí personas.

Hoy, millones de años después vuelvo y pienso en el trapecio y en la red que me cuidó de mis errores y siento que ya no la necesito, bien porque ya no me muero del culillo o bien porque estoy seguro que nada tengo que perder. Al saltar al vacío no me quedan más que dos opciones: el cielo o el abismo y por eso, camino al borde de la cornisa, sin tener mi red de apoyo. Y no es que me haya vuelto un poco más irresponsable de lo que siempre he sido o de haber perdido la conciencia que quedaba. No creo. Tal vez de lo que se trata es de haber entendido que quiero aprovechar la vida al tope, de amar a las personas que el universo me regala, de no guardarme ni un afecto, de buscar todos mis sueños, de pedir los perdones que tenga que pedir, de sanar viejas heridas, de decirles cada día a mis hijas que las amo, de servir a quién me necesita y de agradecer lo que he vivido. Que me voy a equivocar, es seguro. Que habrá dolor y lágrimas, salta a la vista. Que alguna vez me iré por no sentirme satisfecho, pues sí. Que me caeré, es obvio, pero que tengo más posibilidades de reír, de ser feliz, de morir en paz, no me cabe la menor duda.

Por eso, hoy solo quiero viajar ligero, cambiar sin ego, perdonar con ganas, aceptar sin miedo,huir de lo que duele, andar con rumbo, follar con ganas, tocar tu cuerpo, besarte entera, dejarlo todo, esperar sin pausa, recordar sin rabia, reír sin pena, creer a ciegas, preguntar sin duda, decir pasito y amar a tiempo…

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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